11.1.09

Historia de las hepatitis víricas

Como os he comentado anteriormente, hoy hablaré un poco sobre la historia de las hepatitis víricas.

Aunque las hepatitis virales son conocidas desde la antigüedad, los grandes avances en su conocimiento han ocurrido en los últimos 35 años.

El hito que originó la cascada de descubrimientos fue el hallazgo de Blumberg en 1965, en un aborigen de Australia de un antígeno, al cual denominó “antígeno de Australia” y que posteriormente fue reconocido como el antígeno de superficie del virus de la hepatitis B. A este hallazgo siguieron investigaciones que permitieron precisar los aspectos morfológicos e inmunológicos del virus B, la epidemiología y características de la infección que produce dicho virus, y el desarrollo de una vacuna. Es un virus de la familia de los hepadnavirus, los que tienen en común ser de tipo DNA, hepatotropos, transmitirse por inoculación, de madres a hijos y por vía sexual y tener tendencia a producir infección y enfermedad hepática crónica que puede evolucionar a cirrosis y hepatocarcinoma.

En 1973, Feinstone y cols describieron partículas virales en la deposición de voluntarios infectados con hepatitis de transmisión enteral o hepatitis A. Este resultó ser el actualmente conocido como virus de la hepatitis A, que es un agente de ARN de la familia de los picornavirus, cuya estructura se encuentra actualmente identificada. Su transmisión es habitualmente por vía oral, raramente por inoculación y nunca por vía sexual y la enfermedad que produce es en general benigna, excepcionalmente grave y nunca sigue una evolución crónica. El desarrollo de técnicas para detectar la presencia de anticuerpos ha permitido reconocer tanto la existencia de enfermedad actual como la de inmunidad por enfermedad ocurrida con anterioridad y comprender mejor su epidemiología. Este virus produce casos esporádicos y episodios epidémicos; estos últimos se conocen desde muy antiguo, especialmente en relación con guerras. También se ha desarrollado una vacuna para evitar su infección.

En 1977, Rizetto describió un virus de ARN pequeño, de transmisión parenteral, que requiere de un hepadnavirus para replicarse y causar infección, al que se le denominó "agente delta" primero y virus de la hepatitis D después. Cuando el virus D se superpone en una infección por virus B, la enfermedad hepática por virus B es más grave, esto es, si es aguda tiende a ser fulminante y si es crónica a adquirir mayor agresividad.

El empleo de pruebas serológicas para detectar los virus A y B, hizo evidente que muchas hepatitis, tanto post-transfusionales como esporádicas, no eran causadas por estos virus ni por ninguno de los otros que son productores ocasionales de daño hepático agudo (citomegalovirus, Epstein Barr, herpes, etc). En efecto, las hepatitis post-transfusionales disminuyeron sólo en 25% con la introducción en los Bancos de Sangre de la detección del antígeno de superficie del virus de la hepatitis B y la consiguiente eliminación de las sangres que estaban infectadas. Se llamó NoA, NoB, a los agentes causantes de estas hepatitis.

En 1989, Choo y col, identificaron por técnicas de biología molecular al virus de la hepatitis C, a partir de ácidos nucleicos obtenidos del plasma de chimpancés infectados con virus NoA, NoB. Se trata de un virus de ARN, de la familia de los flavivirus, causante del 85% de las hepatitis NoA, NoB trasmitidas parenteralmente y que, después de producir una infección aguda, habitualmente asintomática, evoluciona a la cronicidad (hepatitis crónica, cirrosis y hepatocarcinoma) en más de 80% de los casos. Este virus es una de las principales causas de enfermedad hepática en el mundo. El único tratamiento disponible es a base de interferón, que es caro y poco eficaz.

En 1984 se identificó el virus de la hepatitis E por inmunoelectromicroscopia en las deposiciones de pacientes con hepatitis. Su estructura molecular se conoció en 1990. Es un virus de ARN de la familia de los calicivirus, que infecta por vía enteral y que produce una enfermedad similar a la hepatitis A, que nunca evoluciona a la cronicidad. Produce brotes epidémicos, pero también casos esporádicos.

Dos grupos de investigadores, siguiendo métodos distintos, descubrieron casi simultáneamente un virus de ARN, de la familia de los flavivirus, que produciría hepatitis y que se transmite por vía parenteral. Utilizando las iniciales del primer paciente en el que se detectó, unos lo denominaron virus GB y otros virus G, que es como ha seguido denominándose. Aunque es un flavivirus y productor de hepatitis por vía parenteral, como el virus C, no es claro que sea hepatotropo, esto es, que se ubique preferentemente en el hígado. La prevalencia de anticuerpos contra este virus, en donantes de sangre, en distintas series va desde 0,5 al 10%, pero en pacientes en hemodiálisis, drogadictos endovenosos y politransfundidos puede llegar al 40%. No es infrecuente su coinfección con el virus C, pero ello no significa que la enfermedad sea más grave o más refractaria que cuando es producida exclusivamente por el virus C.

En 1997, Nishizawa, en Japón, aisló un virus del suero de 3 de 5 pacientes que presentaron elevación de transaminasas después de transfusiones sanguíneas y en los que no se detectó infección con ninguno de los virus conocidos. Se le designó virus TT siguiendo las iniciales del primer paciente. Se ha demostrado que los títulos de este virus en el hígado son 10 a 100 veces superiores a los encontrados en el resto de los tejidos y que, además, se correlacionan con los niveles de transaminasas. Recientemente, en una comunicación de la Clínica Mayo, se informó positividad mediante técnica de PCR para el DNA del virus TT en 1% de 100 dadores de sangre, en 15% de 33 pacientes con cirrosis criptogénica en espera de trasplante, en 27% de 11 casos de hepatitis fulminantes idiopáticas y en 8% de 36 pacientes en espera de trasplante hepático por otras causas.

1 comentario:

  1. Podrias poner la bibliografia o fuentes de informacion de este texto?

    ResponderEliminar

Suscríbete e infórmate de las últimas noticias relacionadas con el hígado